La dieta ha muerto. Es una evidencia que las dietas restrictivas no son sostenibles a largo plazo, y no generan resultados positivos para las personas que las cumplen.
La desmotivación, el efecto-rebote, el abandono, la decepción… Son muchas las consecuencias negativas que generan las dietas cuando no se consiguen los objetivos pronto, e incluso después de alcanzarlos, cuando no se mantienen.
Más del 98% de las dietas se acaban abandonando a largo plazo, por cambios de conducta, por desilusión o por cualquier otra circunstancia que afecta a la vida de las personas que las prueban. Por ello, no es exagerado decir que la dieta ha muerto. Es necesario un nuevo sistema que otorgue las herramientas necesarias a los usuarios para que puedan cumplir con su alimentación saludable, pero que no les suponga un excesivo esfuerzo.
Este cambio de mentalidad solo puede llegar a través de la tecnología. La tecnología hace posible lo imposible, y el sector de la nutrición es un sector que todavía no ha quedado fuertemente impactado por ella.
Sí, es verdad, existen aplicaciones y webs que ayudan a una persona que quiere bajar de peso, a hacerse un seguimiento más exhaustivo. Algunos contando calorías, otros con consejos, otros aportando el valor nutricional de los alimentos, pero todavía no se ha llegado a una transformación tecnológica que ayude a arreglar el problema del sobrepeso en el mundo.
Y existe un motivo claro. La tecnología no puede sustituir la empatía. Los pacientes quieren sentirse escuchados, comprendidos y acompañados y este acompañamiento, esta escucha y esta comprensión es muy difícil de lograr a través de la tecnología.
Si llega el momento en que un producto logre aportar herramientas a los pacientes para que cuiden su alimentación, creando hábitos a largo plazo y lo combine con esa escucha, acompañamiento y comprensión que buscan las personas, estará abriendo el camino de la revolución de la nutrición.